viernes, 28 de mayo de 2010

Cuando Erick y Regina…..!


Los dientes alienados en distancia por tiempos que Erick mostraba, cuando llamaba a la ventana del último piso donde se vislumbraba mi habitación compartida, Regina!!! … Reginaaaa!!!! Regina….!! Eran lucecitas de véngala en pleno abril, yo acudía a esa voz que invocaba mi nombre como un bombero a su timbre en el trabajo, y caminábamos uno junto al otro, dándonos empujones de aliento. La ruta era el rio añejo y olvidado que invisiblemente pasaba por nuestras casas, hacíamos historias de los muertos que se veían flotar, él me tomaba la mano y cruzábamos la calle, un día nos acostamos en ella y abrimos los brazos para atrapar camiones que nunca ven a dos fantasmas.
Todos los domingos, tenía que esperar atrás de la iglesia, como el diablo apasionado por tener aquella oveja negra, sus padres se persignaban para despedirse de Dios, y sus hermanos se creían apóstoles con permiso de pecar toda la semana.
Después de misa, su familia bendecida, cenaba, el ritual consistía en realizar la comida en silencio, servir la mesa anunciando las cosas que Dios manda, se sentaban como Dios manda, masticaban y deglutían sin espacios, ni tiempos, bebían su licuado vitamínico, después de esta cena aun sin hambre, tenían una hora para hacer lo que se les venia en gana. Erick tocaba la puerta de mi casa y me contaba los atentados. ¡Ya me sé ese cuento! ¡Tienes que terminar de lavar el coche! ¡Hoy te toca cuidar a Luisito! ¡No has pintado las ventanas!, siempre hay algo que hacer cuando se quiere volar.
Erick me contaba sobre los mandatos impuestos en casa, nunca terminaban, pues el miedo de su madre se dejaba ver en cada descanso que él construía, aun así, platicábamos largo y tendido en los insignificantes minutos que podíamos vernos a los ojos.
Ahora lejos de ese tiempo lo recuerdo como mi primer beso…, ese instante que se queda atrapado entre el tiempo y el advenir

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