viernes, 28 de mayo de 2010

FEMINISMO Y MACHISMO: UNA DIALÈCTICA DE LA ENVIDIA DEL PENE Y LA ANGUSTIA DE CASTRACIÒN
















Cotidianamente el hacer referencia a los discursos que conocemos como; Feminismo y Machismo minimizamos la importancia que tiene el comprender la genealogía de las actitudes y discursos coloquiales sobre el “ser mujer” o el “ser hombre”, o lo que se piensa “debe ser una mujer” o “debe ser un hombre”. Los clásicos encuentros y desencuentros entre los sexos, o como actualmente se les denomina; géneros, pareciera ser que por necesidad generan siempre sentimientos de incomprensión, frustración, angustia, miedo, complejidad, rivalidad, etc., cuando por alguna circunstancia tienen un punto de encuentro.
Lo cierto es que al hablar de los seres humanos, del mundo y sus habitantes todo se reduce a la dialéctica de existencia racional; hombre-mujer, y de cómo se construyen dinámicas con respecto a esta relación, en la historia de la humanidad y en las construcciones de vida social, política, económica, amorosa y de posición uno en frente del otro.
¿Cómo empezar a hablar de esta dialéctica? ¿Entendiendo a la misma como una contraposición que implica una diferencia? ¿Pero de que manera abordar esta diferencia? Suponemos que la lógica prudente para alguien que se acerca a reflexionar sobre el tema, es iniciar sobre lo evidente; las diferencias anatómicas de los sexos, las que nos han conducido históricamente a la construcción organización, orden, esquemas, delimitaciones, roles, los cuales evidentemente se ven reflejados en la existencia del orden social, acontecido por una realidad que permanece como instrumento de una necesidad regulatoria de la sociedad, misma que se origina a partir de las evidencias ante la disimilitud sexual humana, dimorfismo biológico que ha construido la historia de los roles sociales a partir de la estructuración psíquica de los sexos. Pero estos desplazamientos sociales de concebir los sexos y establecer roles a partir de un poder emanado de concepciones patriarcales establecen relaciones de poder, las cuales se han atribuido históricamente al sexo fuerte; el hombre. Dicha enunciación se instala a partir de la comparación biológica donde la fuerza física inclina establecimientos de papeles con respecto a las actividades que deberían ser para lo masculino y femenino, dicho en las palabras de Bordieu en su texto” La dominación masculina”
“La precedencia masculina que se afirma en la definición legítima de la división del trabajo sexual y de la división sexual del trabajo (en ambos casos el hombre "es el ser superior" y la mujer "se somete") tiende a imponerse, a través del sistema de los esquemas constitutivos del habitus, en tanto matriz de todas las percepciones, los pensamientos y las acciones del conjunto de los miembros de la sociedad y en tanto fundamento indiscutido, porque se halla situado fuera de las tomas de conciencia y del examen, de una representación androcéntrica de la reproducción biológica y de la reproducción social. Lejos de que las necesidades de la reproducción biológica determinen la organización simbólica de la división sexual del trabajo y, por ende, de todo el orden natural y social, es una construcción arbitraria de lo biológico, y en particular del cuerpo, masculino y femenino, de sus usos y de sus funciones, en especial en la reproducción biológica, que da una base en apariencia natural a la visión masculina de la división del trabajo sexual y de la división sexual del trabajo y, por ende, a toda la visión masculina del mundo. La fuerza particular de la sociodicea masculina le viene de que asume dos funciones: legitima una relación de dominio inscribiéndola en lo biológico, que a su vez es una construcción social biologizada. “
Dicha construcción social biologizada a la cual nos remite Bordieu concede la manifestación de discursos eruptivos como contraparte de esta determinación social donde lo masculino adquiere el principal protagonismo, que se ve confrontado debido a los movimientos de cambio social en donde las mismas mujeres replantean sus formas de participación dentro de lo social, alejándose o creyendo alejarse del papel pasivo que no les ha permitido defender sus derechos, participar de manera igualitaria en las ejecuciones políticas, económicas, accediendo a perspectivas justas de educación, y reflexionando su emancipación del papel pasivo adherido solamente a las funciones de lo domestico, el cuidado de la familia, los hijos, la maternidad, y demás funciones de contemplación pasiva. Esta disyunción acompañada de acontecimientos históricos como la revolución francesa, primera guerra mundial, y demás acontecimientos sociales de la historia en construcción que sucede en lo inmediato, conduce a la edificación del discurso de la emancipador femenino el cual confronta la dominación y constitución de un sistema con funcionamiento y dinámicas patriarcales dentro de las relaciones sociales, ejecutada por hombres o representaciones de su poder falocéntrico. Por lo anterior los discursos del “Machismo y Feminismo” convergen en magnitudes simétricas, otorgando pautas donde es posible percibir las voces de una fijación de estructuración psíquica en donde el descubrimiento de lo sexual hace posible emanar en la niña-posterior mujer y en el niño-posterior hombre sentimientos de castración y angustia que en lo ulterior se verán reflejados y sublimados en los discursos sociales, elaborados ò cotidianos, pendientes de establecer argumentaciones que inducen los escenarios de confrontaciones infantiles, donde se escucha y observa un desplazamiento y secuelas del paso en las etapas del desarrollo descrita por Freud en “Tres ensayos para una teoría sexual” (1905) obra clave dentro de la teoría psicoanalítica donde se sostiene una nueva posición ante los problemas de la sexualidad humana; comprensión de las aberraciones sexuales, objetos sexuales, transgresiones anatómicas, fijaciones de las metas sexuales, y la concepción de una teoría sexual aun controvertida en la contemporaneidad que genera repulsión al psicoanálisis. Antes de Freud la sexualidad se concebía siempre haciendo referencia a lo genital en el adulto, la cual se hacía valida en el acto sexual dirigido a la reproducción, en pocas palabras la sexualidad normativa se concibe solo en el adulto. Todas las manifestaciones sexuales fuera de estos lineamientos son considerados desviaciones y aberraciones sexuales, en este sentido Freud establece explicaciones acerca de las causas inconscientes que devienen las manifestaciones de las anormalidades dentro de la sexualidad. Se atreve a pronunciar que la sexualidad no concierne a una etapa madura del ser humano, y les atribuye a los infantes la experiencia del conocimiento de su sexualidad a través de un desarrollo por etapas (oral, anal, latencia, fálica, genital) que son empujadas bajo la experimentación de la pulsión. El niño/a conserva la pulsión de saber sobre la vida sexual, y de esta inquietud de saber devienen las teorías sexuales infantiles del nacimiento, el comercio sexual, el complejo de castración y envidia del pene.
El complejo de castración se refiere a la suposición que el niño refiere respecto a la diferencia anatómica de los sexos, en donde como primer momento el niño concibe con pene a todo ser humano el complejo y angustia de castración se instala cuando el niño advierte diferencia con la niña (ausente de pene) y teme ser castrado, privado de un poder de satisfacción que el pene como zona erógena le otorga, satisfacción que durante el desarrollo de su estructuración psíquica se transforma en todas las connotaciones de complacencia y poder fálico.
La envidia del pene se explica como la insatisfacción de la niña ante la falta del órgano masculino externo, misma falta que la hace situarse en su vagina como un cambio de objeto, zona erógena que la establece niña y la posiciona en un lugar de privación y pasividad, lo cual también permite establecer su estructuración psíquica. Freud nos lo presenta de la siguiente manera:
“El supuesto dé que todos los seres humanos poseen idéntico genital (masculino) es la primera de las asombrosas teorías sexuales infantiles, grávidas de consecuencias. De poco le sirve al niño que la ciencia biológica dé razón a su prejuicio y deba reconocer al clítoris femenino como un auténtico sustituto del pene. En cuanto a la niñita, no incurre en tales rechazos cuando ve los genitales del varón con su conformación diversa. Al punto está dispuesta a reconocerla, y es presa de la envidia del pene, que culmina en el deseo de ser un varón, deseo tan importante luego” (S, Freud 1905)
Así pues, mi intención al plantear un recorrido general y escueto del surgimiento del feminismo como respuesta y contraposición al discurso machista, los cuales se demarcan a partir de la diferencia sexual, y de las relaciones de poder, son evidencias factibles de la referencia a las teorías sexuales sobre la diferencia de los sexos, mismas que despiertan la angustia de castración en el (niño-hombre) y la envidia del pene en la (niña-mujer) circunstancia que construye una historia y estructuración psíquica así como de de los papeles sociales, roles e interacciones de poder dialécticas con enunciaciones que en escenarios cotidianos pueden reflejar argumentos dentro de discursos que finalmente maquillan un sentimiento infantil ante el extrañamiento de la diferencia sexual. Las connotaciones, actitudes, defensas, argumentos, etc. proyectados en un discurso machista como feminista finalmente exponen las secuelas de un primer reconocimiento de lo corpóreo (teoría sexual infantil) ante la diferencia, o también llamada otredad.

BIBLIOGRAFIA:

Sigmund Freud Obras Completas. “Tres ensayos para una teoría sexual” Folio Views en Hipertextos.
Bourdieu, P (2000) “La dominación masculina”. Anagrama Barcelona.
Beauvoir, S (1991) “El segundo sexo”. Siglo Veintiuno.

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